EL GRANADO
Ese mirar el árbol
y no poder saber
–desde lo sucio–
el peso de la fruta
inclinando la rama,
el murmullo del viento
real entre las hojas,
el temblor de los pájaros,
el suceso del sol.
Ese mirar el árbol
y ser para crecer,
hacia su luz,
desde la tierra,
a campo abierto.
Sin conciencia.
Sin voz.
Desde la vida.