Florecimiento del daño
Madrid, Visor (XIX Premio «Cáceres Patrimonio de la Humanidad»), 2007
INCENDIOS
Basta un rayo de sol
para que empiece a arder el día,
para que el más apático se abrase
de rabiosa energía, de ganas de vivir.
Porque la indiferencia y la aflicción,
los corazones impasibles
y las cabezas frías
son un mito:
es fuego racheado la existencia,
fuego de supresión la muerte,
una deflagración el mundo.
Debajo de las pieles gélidas,
detrás de la mirada de la abulia
y en las entrañas de los apacibles,
ruge un infierno antiguo,
se enfurece una hoguera omnívora,
se propaga el incendio de la sangre.
Acción y pensamiento:
pedernales
que crean lo real, que dan a luz
a cada instante el mundo.
No hay cuerpo que no arda si lo tocas,
ni líquido que no se inflame,
lugar a salvo de las llamas.
Vivimos
-hasta el fin,
hasta apagarnos-
para sentir que hierve el día,
para acatar las órdenes del sol.
A su señal, la acción desenfrenada,
la desesperación, el entusiasmo.
A su señal, la vida, el fuego.
BAJO EL SIGNO MENOS
Entendemos a medias lo que pasa,
y vivimos la vida sólo en parte.
Podemos poco, somos poca cosa:
una simple palabra, una palabra sólo
es capaz de anularnos, de encendernos.
Nacidos de la nada, de las nubes,
apenas si sabemos quiénes somos,
apenas recordamos lo que hicimos ayer:
nos pasamos el día adormecidos,
fantasmas de un pasado soñoliento.
Soñamos que soñamos que existimos,
soñamos que soñamos que transcurre
la suma de los siglos de los siglos,
todo el tiempo del mundo,
el tiempo que llevamos vivos,
el tiempo en que estuvimos muertos.
PLANO DE LA CIUDAD
Usted se encuentra aquí.
Por si no lo sabía,
por si está convencido de que habita
una región celeste, un castillo de fábula,
la ciudad se lo dice con mil planos
que le siguen a todas partes
y le dicen a todas horas
que su sitio en la vida es éste,
y por eso se encuentra aquí,
precisamente aquí.
Es hora de que deje de soñar
que nos pierde de vista,
que abandona este punto negro
amenazado por doscientas flechas.
Es hora de que acepte que es posible
vivir en un lugar cualquiera,
morir en cualquier parte.
Es hora de que acepte
esta verdad estúpida, municipal y ubicua:
usted se encuentra aquí.
FILAS 7, 9 Y 11
Estaríamos muertos
si no fuera
por esta luz que invade nuestra cripta,
la tumba en que la vida languidece.
Atravesando el tiempo y el espacio,
este rayo tan joven y tan hábil
se llega hasta tus ojos y te hechiza,
levanta la ciudad de los países,
el país de los mundos,
un mundo de universos.
Por una cantidad simbólica,
a cambio de unas horas sedentarias,
asistes a la obscena exhibición
de lo que nuestras vidas,
sin sus obscenos límites,
podrían, deberían ser.
Porque en este museo de la vida,
en esta vasta sala oscura,
para que vivas cuantas vidas puedas,
presencias un desfile prodigioso
de seres invencibles, fantasmales,
seres de luz que con la luz se crecen.
Seres inexplicablemente ajenos,
pues todas sus palabras nos pronuncian,
y todas sus acciones nos ocurren.
Seres mágicamente íntimos,
que en su desierto blanco nos habitan,
y en su distancia eterna nos alcanzan.
CIELO EN LA TIERRA
Se suceden los días memorables,
inesperadamente dulces,
los días de un otoño inmerecido.
Inesperadamente, inmerecidamente,
por más que nos amemos,
no se enfría el amor
ni se agota la dicha de entendernos,
porque quererse bien es fácil.
Después de tantos años,
inmerecidamente,
inesperadamente,
este amor que nos mueve a más amor,
este placer seguido de placer,
todo este olor que el aire no se lleva…
Sea éste el olor de nuestras rosas.
Aspiremos a fondo su fragancia,
su aroma de leyenda.
Aceptemos sus pétalos,
el tallo loco de su sano juicio,
el lujo cuerdo de su sinrazón.
EL ÁNGEL IMPACIENTE
El vientre de tu madre,
primorosa película de vida,
deja pasar la luz,
toda esta luz
del mundo que te da la bienvenida
y propaga el sonido de tu nombre,
tu latido de ángel impaciente
que propina dulcísimos codazos,
ángel desesperado por nacer.
Pero tranquila, criatura,
porque se acerca el día del milagro,
el delirio de lágrimas y sangre
que asolará el lugar en donde habita
tu condición de pez que forja en agua
anillos como albricias temblorosas, concéntricas,
las posibles auroras de tu rostro,
los perfiles de ensueño de tu ser.
Y aunque vivir resulta peligroso
(abrir la boca quema, y amar mata),
tuyas serán las estaciones,
tuyos los animales,
tuyas todas las cosas:
el ocio y el esfuerzo,
la carne y el espíritu,
mi vida si la quieres.
Naces, amor nacido del amor,
nenúfar de raíz sanguinolenta,
para que todo resucite,
para que no muramos todavía.
Si acertamos a darte nuestro amor,
querrás y te querrán,
darás y tomarás a manos llenas.
Serás indestructible.
Serás mágica.
PRIMER FINAL
A mi hija, el ángel impaciente,
luciérnaga y luna
La rosa conseguida de tu rostro,
tornasol de facciones,
baraja de figuras interpuestas,
con timidez entrega su perfume.
Para saberla, besaré tu cara.
Para embrujarlo, besaré tu cuerpo,
para que tenga siempre quien lo bese,
para que brille alguna vez
con luz que me remede y honre lenta.
Acompáñame en este pensamiento,
acompáñame en este sentimiento:
eres sol que amanece muy despacio,
hierba cuyo crecer escucho,
sorprendente y primer
final para mi carne.
YOU´VE CHANGED
(Billie Holiday)
Con canciones así de tristes,
con heridas así de amargas,
salpimiento la carne en que me aso,
avivo el fuego que me quema.
Bebo y bebo, cocino y bebo,
y olvidé la receta del amor,
de la ensalada del esposo y padre,
ni las vocales sé…
Ah de mi frío corazón tan crudo,
de la ignorancia de mi cuerpo.
Cuerpo y alma: tomate.
Alma y cuerpo: patata.
Vuelta y vuelta me doy,
vuelta y vuelta me dais;
aunque cocine para mí
y beba a mi salud, y sin testigos.
Y si todo acabara aquí,
y si nunca volviera a veros…
Piedad para con este barco hundido,
para con esta voz beoda,
uva mojada en vino redundante
que desnuda repite su verdad
por ver si llega hasta vosotras,
para que todos la leamos doble.
Volved, volved, que sois mi melodía…
Volved, volved, que sois mi melodía…
LUNA
Con la marcialidad de los soldados prófugos,
el día cubre el hombro de la tarde,
la tarde cubre el hombro de la noche.
Las horas se alinean en tu honor,
en desbandada vuelan a tu imán,
insisten contumaces en tu albura.
Porque cuando no te alcanzábamos
fuimos tuyos, y nos pertenecías,
los ojos de los hombres, como estrellas,
se arraciman en torno a tu fulgor,
y al calor de una hoguera en el invierno
o a la orilla del mar en el verano,
comulgan los misterios de la noche.
Hipnotizados por tu ojo místico,
no se cansan de hablarte, de mirarte.
Palidecen de puro amor por ti,
yo no sé lo que esperan de tu magia.
Querrán que les desveles el secreto
de la vida creciente, de la muerte menguante.
Querrán que les ayudes a encontrar
la puerta de las vidas altas, claras,
merecedoras de tu influjo y dignas
de tu pasado de leyenda,
de tu corola antigua y de tu nombre,
tulipán de blancura desflorada,
desangrada medida de las cosas,
desamparado halcón de lo real.
EN EL SILENCIO
Más allá de la compañía,
más allá de la soledad,
enmudece, estabula
los gérmenes de la locuacidad,
pon un punto en tu boca,
calla,
calla,
pues sólo en el silencio
regresamos al vientre que alumbró
la materia y la luz, los seres, las ideas.
Y la carne se sueña inmarcesible,
congregación feliz que desconoce
cuánta materia sigue conformándola,
si está siendo besada por la luz,
si el aire le hace todavía un hueco.
En el silencio,
sólo en el silencio
se entregan las verdades,
la verdad de la tierra, del amor,
la verdad del amor a la verdad.
Verdades que las flores nos dicen con sus pétalos,
verdades que la vida alcanza
segando nuestra flor, talando nuestro árbol,
sepultándonos en la luz de abril,
en el silencio del espacio,
en el bendito centro de la vida.