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En plena forma
Abel Lobo
La poesía valenciana en castellano, la que escribe y publica en nuestra Comunidad, goza de muy buena salud, empuje y vitalidad. Ofrece un panorama de rabioso eclecticismo en el predomina la llamada poesía de la experiencia bajo cuya línea de flotación emergen otras corrientes: poesía del conflicto, del silencio, de la diferencia… Varios poetas valencianos galardonados con el prestigioso premio Loewe, su inclusión en antologías imprescindibles, libros de texto, cimentan una buena imagen de la poesía valenciana.
Éste será el género triunfante en el siglo XXI. Lo auguran algunos críticos con visión profética y parece una previsión plausible por una poderosa razón de economía. Leer un poema cuesta mucho menos que leer una novela o un ensayo, trasmite tanta o más emoción, belleza y conocimiento que un volumen mediocre de trescientas páginas.
Sean cuales fueren los derroteros que siga la poesía en el futuro, su mera existencia, el vigor que posee es un hecho prodigioso con perfiles de milagro. Sorprende que en esta sociedad robotizada, clónica y globalizada, en la que escribir se parece cada vez más a imprimir papel moneda, como dice Ernesto Sábato en sus memorias, haya tantos pretendientes dispuestos a danzar con la musa Polimea, la más exquisita y exigente del baile, pero también la peor retribuida. A sabiendas de esta cruda realidad, persisten en su pasión volcánica, su continua pugna con el lenguaje, hasta el límite de sus fuerzas. Y aún les queda energía para enzarzarse en rencillas y escaramuzas cuya virulencia asombra a los no iniciados en el universo de la lírica. No hay que escandalizarse. La beligerancia verbal de los poetas entronca con una larga tradición, desde Quevedo y Góngora, y mucho antes. Al fin y al cabo ellos son quienes mejor manejan esa arma de infinitos filos, la que más hondo penetra y mayor dolor inflige: la palabra.
En último término, no luchan por el dinero, ni por la fama: luchan por la gloria. Pero dejemos de lado las batallas para que hablen sus protagonistas.
«La poesía valenciana en castellano goza de muy buena salud y está muy bien representada en el conjunto del Estado. No hay más que echar un vistazo a las antologías o a los libros de texto», señala Jaime Siles, que acaba de obtener el premio internacional Generación del 27 por su último libro, Himnos tardíos. «El siglo XX ha sido brillante y prolífico para la poesía valenciana, desde Miguel Hernández, Juan Gil-Albert o Vicente Gaos a las generaciones más jóvenes integradas por Carlos Marzal o Vicente Gallego, entre otros. En un período intermedio tenemos a Albi, María Beneyto o Carlos Sahagún, en la generación de posguerra; Francisco Brines, Ricardo Defarges, Gradolí y César Simón, pertenecientes a los cincuenta; un novísimo como Guillermo Carnero y de su misma edad, Jenaro Talens, ambos en plenitud creativa. La cosecha poética del siglo es excelente.»
Para José Luis Parra, el panorama actual de la poesía en castellano es variado y estimulante, dotado de ricas individualidades como Brines o Simón, cuya categoría poética nadie pone en duda. «Creo que esta efervescencia no es exclusiva de Valencia, sino un fenómeno general en España que cristaliza especialmente en algunas ciudades de Andalucía, Asturias y Castilla. En ese rico entramado nuestra ciudad tiene muy buena imagen porque varios poetas valencianos han recibido en los últimos años el prestigioso premio Loewe. Pero lo más importante, en mi opinión, es que el nivel medio de lo que se publica es muy notable y esa medida es el baremo que permite hacer un positivo juicio global. En cuanto a las tensiones y rivalidades entre tribus poéticas, son las mismas que en todo el Estado español y se polarizan en dos frentes: los partidarios de una poesía clara y los que propugnan una poesía hermética.»
Según Miguel Mas, «el panorama actual es de un gran eclectismo pero canalizado en estas dos vertientes: la poesía como comunicación y la poesía como conocimiento. Ambas vías me parecen válidas y respetables si se recorren de forma satisfactoria. Por mi parte me considero un poeta poco ortodoxo, y aunque cercano a la poesía de la experiencia, me definiría como realista simbólico. Me interesa hablar de cosas cercanas a mí, transmitir una emoción nada intelectual, y engañar al lector para que reconstruya su propia realidad».
Igual que Jaime Siles, Carlos Marzal valora muy positivamente la aportación valenciana a la poesía en castellano a lo largo del siglo y cuestiona el término poesía de la experiencia como algo equívoco. «La experiencia está en todo, ¿acaso se puede escribir sin haberla tenido?, es una etiqueta demasiado vaga, demasiado difusa, pues cada poeta tiene su propia voz, no intercambiable. El único denominador común es que no se trata de una poesía hermética.» ¿Y la poesía de la diferencia, liderada por Ricardo Bellveser y Pedro J. de la Peña? «Yo no le veo ninguna diferencia salvo que por regla general son malos poetas. La diferencia no es literaria, sino de temperamento, de espíritu y comportamiento. Los poetas de la diferencia tienen la desfachatez de proclamarse independientes, sin relación alguna con el poder. Sim embargo, muchos de ellos acaparan cargos y prebendas sin el menor escrúpulo; son de una voracidad insaciable. Pero lo más interesante no es hablar de estos temas, sino saber distinguir entre los buenos y los malos poetas.»
Vicente Gallego comparte al ciento por ciento las opiniones de su colega y amigo Carlos Marzal. Critica duramente el cinismo y la hipocresía de los poetas de la diferencia y el auténtico significado de la poesía de la experiencia. «Es un problema mal enfocado. La auténtica poesía es la misma en todos los tiempos, la que habla del hombre para engrandecer la vida. Lo demás son poemas decorativos que se agotan en sí mismos.»
«La poesía en España vive un momento dorado y Valencia participa con un elevado porcentaje en esa plenitud», afirma José Luis Martínez. «En nuestra ciudad se respira un clima poético bastante favorable: viene gente interesante a dar charlas, lecturas o conferencia; funciona una editorial periférica de gran prestigio, Pre-Textos; contamos con una amplia oferta de premios, revistas, pequeñas editoriales independientes, y además tenemos maestros vivos como Brines y otros, por desgracia, desaparecidos como Simón. La inclusión de varios poetas valencianos en la reciente antología de Juan Carlos Mainer dedicada al último tercio del siglo es otro síntoma positivo.»
Juan Pablo Zapater considera que la poesía evoluciona hacia formas tradicionales, «la gente ya está harta de tanto hermetismo, al lector le gusta que le toquen la fibra sensible.»
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