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Abandonadas ocupaciones
Tras la estructuración metaliteraria de su primer poemario, Culture Club (1986), y la intertextualidad presentada en el segundo, Pameos y meopas de Rosa Silla (1989) –cuyo título arrancaba de Cortázar-, volver con estas Abandonadas ocupaciones, premio Tardor 1996, supone recrear su meditado acercamiento a ese juego de hacer versos desde una postura claramente teórica.
José Luis Martínez (Valencia, 1959) regresa con algunas claves poéticas que ya habían ocupado sus trabajos anteriores. En «El oficio de escribir» con el que se abre el libro parte de la recuperación individual de la tradición “sin la que no existiríamos/ nosotros, sin la que no existiría nada”. No es éste un ejercicio reciente para el poeta, pues en sus libros precedentes podíamos realizar una buena inmersión en diferentes tradiciones literarias. De forma más explícita, el único poema que incluye en la tercera parte de este libro, “Las manos de algunos poetas en tus manos”, es todo un guiño al lector repleto de citas intertextuales perfectamente enlazadas, pese a la obligada fragmentación, cuyo contenido alude al aprendizaje constante de todo poeta, a esa tarea de buscar el equilibro en el tono y el rigor en el oficio. Una poética implícita formulada a partir de la polifonía discursiva. No resultará demasiado aventurado “reconocer” en ella entre otras las voces de Gimferrer, T. S. Eliot, R. Darío, Rilke, Machado o Lorca.
Algunos versos que recuperan las estampas de viajes, los recuerdos, el amor, las horas altas de la noche, las ciudades, entre otros temas, toman cuerpo en los poemas «Villa», «Estambul», «Autorretrato deformante» o «Willian Butler Yeats» y encuentran su lugar junto a textos de corte narrativo o anecdótico como «Accidente», «Se vende», «Recital que fue una joya», «Definiciones» o «Colonias y lociones», en los que no falta cierto carácter irónico… Pero es la reflexión sobre la creación poética la que construye un espacio ilusorio en el que la poesía, esa “amante/ sólo aparentemente generosa” que ansían los que “viajan al fondo de la noche”, reaparece con un marcado tono elegíaco. La constante apelación a la ficción poética, al espacio creativo, a la temporalidad de la experiencia configuran el eje de estas Abandonadas ocupaciones que provocan no sólo un constante diálogo con “viejas sombras” sino también el velado deseo de continuar “en busca de esas pocas palabras/ que a tu lector podrían bastarle para / atribuirte lo que no recordará/ haber leído en otra parte”. Toda una toma de postura ante los ecos y las sombras que bordean esta mala costumbre de acechar los sueños.
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