Vuelves a casa

VUELVES A CASA

Vuelves a casa. Tren de cercanías.
Una lluvia cansada golpea los cristales.
Hace poco las brasas de la luz
se apagaron dejando el cielo cerca
de nuestro desabrigo.

Primero de noviembre.
En sus aguas difuntas navegan las ciudades,
las luces que flanquean los caminos,
los puentes sobre ramblas invisibles,
las tinieblas sin cauce de sus ríos,
la tristeza que avientan los violines
por las calles, el somnoliento oleaje
de los puertos.

El mar prolonga sus abismos
por encima de fábricas y andenes
de oscuridad, olvido y consunción.
Miserables hogueras de suburbio
alumbran espectrales las derrotas
de los que sólo saben esperar
la noche que hay debajo de la noche.
Ante tus ojos pasan escombreras,
cementerios de coches, vertederos,
abrasados residuos de un pasado
que ahora muestra vencido su osamenta.

Abres la puerta y entras en tu casa
como si ya no fueses a salir,
como si te encerrases
a solas con tus sueños para siempre,
como si regresaras al rincón
que te verá morir el resto de tu vida.

Manuel Moreno Díaz, La saliva del sol,
Madrid, Visor, pp. 50-51, 2006

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