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El concepto de autor (antes Culture Club)

Valencia, Universidad de Valencia (I Premio «Academia de los Nocturnos», accésit), 1986

LA VOZ DE SU AMO

Voy a hablar,
y no por los codos:
tan anormal no soy.

Pido tan sólo
que ni se me siga con el pie
ni se me regalen las palmas.

Creo que usé la cabeza.
Y ahora, por fin,
doy la cara.

BESTIARIO

       Sentarse a escribir poesía debería ser una actividad maravillosa. Debería ser, al menos, posible. Pero te lo impiden los chillidos de las ratas de la profesión, y un espeso tufo a cerdo que obliga a mantener pegados los codos y tira para atrás.

       Sentarse a escribir poesía debería poder ser calificado con mucho más que un cuatro. Ojalá fuera estimada cita de sonrisas y lágrimas, apreciada reunión de niños y guiños y muchos pasteles más.

       Y sentarse a leer poesía -si los murciélagos dejasen- debería ser algo de lo más natural, de lo más limpio. Debería ser como una ablución de la que autor, lector, vendedor y editor, imitando a la página, saliesen todos puros, blancos.

       Sentarse a leer poesía debería ser algo grande, caligrafilístico, espiralidoso, total.

       Pero del mundo de los libros -esa bola de tocino-, revistas y premios, del que cabría esperar algún verso decente o poema redondo, o alguna flor del regular, sólo nos llega grasa: la de tanto puerco medrando y engordando, engordando y medrando y luego engordando y volviendo a medrar y a engordar.

JUSTIFICACIÓN DEL TEMA

       Yo hubiera o hubiese podido escribir algún poema sobre aquel precioso camión rojo y su toldo blanco lleno de amarillas letras impresas cual saco de café. Pero mis faros no eran halógenos, poco alumbraban -a nadie habrían servido de guía mis versos-, y más cuando estaban sin reglar y pecaban de filamento roto.

       También hubiera o hubiese podido dedicar unas líneas a los atunes; que son, de cajón, lo más bonito del Norte. O a las sirenas, o a cualquier otro comodín al uso.

       Sin embargo, preferí hablar de perros y gatos, del sexo y de mi flexo. De cuantas cosas pueden encontrarse, no en los libros, sino ladrando, maullando, natural, artificial, besándome a mí, cantando.

       De cuantas cosas deseé tratar porque bien lo encontré, legítimo lo encontré.

       Porque quise.

ECONOMÍA APLICADA

Salir conmigo es llevadero,
aunque quererme, lo que se dice quererme,
no desgrava,
claro está.

Busco que se me tenga en cuenta,
salir de esta vida corriente.

Salir conmigo es no tener que declarar,
de vez en cuando,
si mucho, si poco,
si por siempre.
Y no haremos balances,
y no nos diremos si nos resulta
positivo o negativo.
Y no haremos caso del tiempo,
ni del viento -que son las orejas
del Señor Nuestro Dios en movimiento.

Salir conmigo es no caber por la puerta,
ja, ja: ¿ves que lo pasaremos bien?
¿Tienes claro ya que mi sentido del humor
-pero ¿no eran cinco?-
no te va a parecer cargante,
moliente,
un río de amarguras,
una hacienda sin niños ni hierba ni
ganado?

¿No ves que no te lo pediría
si no fuese llevadero para ti,
si no me reportase el beneficio
de dejar de llorar
mientras dure lo nuestro?

Pues lloro, lloro mucho.
Y llorar, lo que se dice llorar mucho,
me escalda lo que algunos llamarían alma.

Y deja mis ojos sin liquidez.

FANTASÍAS

Que los baches me tomen por coctelera,
vale.

Que el socio de un bingo se cuele,
tiene un pase.

Y que se hundan los submarinos de tela metálica
me parece lógico.

Pero que salgas con que por mí vas a ser madre,
cuando sólo te introduje fantasías,
no lo concibo…

HISTORIAS DE AMOR

A mí las historias de amor
se me amontonan como el friegue,
casi sin darme cuenta.

Se trata de salir limpio a la calle
y abrir los ojos como platos.

Ponlas a cubierto
si llueve.
Llénales el vaso,
perdona los plantones,
los jarros de agua fría.

Sé listo,
sujeta la sartén por el mango
si las quieres tener fritas.

A mí las historias de amor,
mis muchas historias de amor,
mis tontas historias de amor
me entristecen, me enferman:
me dejan amarillo como arena
de lavar tenedores, cuchillos…

Y me usan de estropajo el corazón.

RETRATO

La mujer de mi vida,
que será como cualquiera,
seguro que surge un día de estos.

Le enseñaré mi retrato de comunión,
que es la caraba.

Le enseñaré mi foto de marinerito,
la de las orejas,
que es la leche…

Y la tomaré por compañera.

Y como ya no habrá complejo,
mariposearemos de por vida.

ÁRBOL DE MORERA

Un árbol de morera
es poca sombra,
y encima…
tiene el cielo,
por lo que el de este poema
será un final feliz.